Cónclave, somos todos humanidad
La premisa es simple: ha muerto el Papa y, con ello, se inicia “la guerra” por la sucesión de su cargo. Irónico el concepto, pero no ajeno a los discursos de los propios candidatos que, una vez iniciado el claustro, comienzan a mostrar todas sus armas. Sin embargo, éstas, más que alineadas con la divinidad, los aterrizan y entierran cada vez más.
El ritualismo cargado de dogmas no busca convencernos del verdadero camino a la salvación, sino mostrarnos una miseria tan humana como cualquier otra, convirtiendo la película en una guía de dos horas que expone la condición de los mortales. A través de diversos actos, nos restriega la falta de vergüenza con la que opera la curia de turno.
Las grandes actuaciones de los protagonistas nos muestran machismo, racismo, xenofobia, fanatismo y varios otros ismos, desarrollándose en espacios sombríos y cargados de cinismo, que a ratos nos hace olvidar el motivo principal.
En definitiva, Cónclave nos muestra a la Iglesia católica tal como muchos la imaginamos: un grupo de hombres sedientos de beber el cáliz, articulando redes de mentiras para obtener un poco del protagonismo y la ilusión del poder. Un cuento que ha levantado uno de los imperios más sempiternos en la historia.
La película es totalmente recomendable, tremenda y llena de buenas actuaciones. En especial la de Ralph Fiennes, a quien lo vemos sufrir su propio juicio final, tener su propia crisis de fe, recibiendo y disparando bombas por todas partes, no solo literales. Además, exhibe egos descomunales que nos hacen cuestionarnos el sentido mismo de la religión.
¿Quién quiere vivir para siempre? Al final, nadie se salva, somos todos humanidad.